domingo, 7 de febrero de 2010

Comisión por ingreso del finiquito : 4 euros.

En el banco me cobran cuatro euros por ingresar los talones del finiquito. La cantidad original era más alta, así que tengo que agradecerles este gesto que han tenido conmigo por ser cliente habitual. Si fuera un partido político es posible que me hubieran perdonado hasta treinta y tres millones de euros, por poner un ejemplo sacado de la prensa, pero cuatro euros no van ningún lado.

-Además quedaría un poco pobre como titular : “Perdonan a un particular cuatro euros de comisiones”. ¿No te parece?
-Venga, no se hable más, cárgamelo.

Quejarse por cuatro euros es como poner al capitán Ahab a perseguir una sardina blanca. La cajera me tiende la hoja con el cargo y firmo gustoso.

Aprovecho la visita al banco para informarme sobre las opciones que existen para invertir el dinero. Me siento frente a la subdirectora y le pregunto qué hay que hacer para sacarle rentabilidad al ahorro. Me mira con cierta condescendencia, como si hubiera acudido a ella para hacerle llegar a los Reyes Magos una carta complementaria.

-Vamos a ver – me dice – Y se gira hacia la pantalla. Al rato me coloca en su mesa, uno al lado de otro, la evolución de los fondos de inversión del banco.

Tiene entonces el aire de la pescadera que quiere hacer pasar por fresco un lenguado que vio a Cristo caminar sobre las aguas.

-¡Mira a ése cómo anda!
-Como lo comentemos por ahí, se va a armar la de Dios.

Se queda mirando los tres informes en silencio, como si fueran las fotografías de tres hijos que desde la adolescencia sólo le hubieran dado disgustos. Me los explica y se detiene en la hoja de los datos económicos, donde veo que dos de los tres tienen una evolución negativa en los doce últimos meses.

-Es un rendimiento decreciente – me dice - Pero el capital sí se asegura.

Del puesto del pescado me veo trasladado a uno del Rastro, con una manta en la que se expusiera una cámara sin carrete, un marco con el cristal roto, un candelabro oxidado, un disco de Mocedades, tres mecheros con la marca de un restaurante, un transformador y una antena para el UHF. Me entran ganas de invertir algo, lo que sea, por lástima.

-Son cosas del Euribor – me dice.

Uno pensaba que el ahorro tenía su premio en el sistema financiero, pero viendo las cifras dan ganas de dejar de ser la hormiga y convertirse en la cigarra. Mentalmente voy adaptando el cuento a la realidad para que mis hijos no se desorienten el en futuro.

-Y a la hormiga, que había trabajado tanto, le robaron todo lo que había guardado. La cigarra se hizo técnico de sonido de un grupo que hacía una gira mundial y así se levantaba cada día en un país en el que siempre era verano con una groupie cariñosa al lado. ¿Habéis entendido la diferencia entre ser cigarra y hormiga?

Lo del Euribor es como la referencia al pecado original, algo lejano en tiempo y espacio sobre lo que no se puede hacer nada. La subdirectora sigue murmurando la palabra cada vez más bajo hasta que al final sólo queda el movimiento de los labios, como si rezara el rosario. Los intereses serían aceptables si uno viviera en la chiquilandia del Mago de Oz.

-¿Y no me puede indicar, por lo menos, el camino hacia la ciudad esmeralda? Me gustaría llegar allí para pedir un interés mayor.

Al mencionar la ciudad esmeralda, veo que el director sale de su despacho.

-¿Y yo podría pedir que los promotores y los constructores me devolvieran los trescientos veinte mil millones de euros que me deben?
-¡Claro, hombre! – le digo – También podemos invitar a alguien del FMI para que España le dé unas estadísticas creíbles y a alguien del Gobierno para que le diga cómo solucionar el déficit con caídas de ingresos y subidas de gastos.

El director da palmadas de alegría mientras ruge. La subdirectora me pasa la mano por la cara, agradecida de que por fin haya quien parezca solucionar los problemas del banco.

-Es que todo lo que ingresamos se lo tenemos que dar al interbancario para pagar nuestras deudas – me dice – Por eso no podemos dar créditos. ¡Pero por fin se va a solucionar!

Todo esto se me pasa por la cabeza cuando veo las rentabilidades negativas de los fondos del banco. Los culpables de la crisis andan buscando a una Dorothy que les guíe hasta el Mago de Oz, mientras los demás nos vemos obligados a vivir en unos decorados más falsos que los de la película. Le doy las gracias a la subdirectora y salgo a la calle antes de que el banco se me caiga encima.

-¿Y qué es una groupie, papá?
-Un hada buena – improviso.

2 comentarios:

JoeZ dijo...

tío, no sé quién coño eres, pero escribes de puta madre. Lo mejor es que no sé por qué narices me gusta leer lo que escribes.

en fín, que muchas gracias.

Sisú dijo...

Hola, JoeZ :
Gracias por tu comentario. Me alegro de que te lo pases tan bien leyendo el blog como yo escribiéndolo.
Un saludo.