lunes, 20 de diciembre de 2010

Seis huevos ecológicos : 2,3 euros.

Compro seis huevos ecológicos, seis, y esto es lo que leo en la caja : "Las gallinas de Producción Ecológica disfrutan del acceso a parques al aire libre donde pueden picotear, escarbar y darse baños de arena, además de alimentarse de piensos procedentes de agricultura ecológica"

Bueno, pues otra cosa que, a mi edad, ya no podré ser : gallina de producción ecológica. Y bien que lo lamento, porque suena bien, pero me temo que éste es otro tren que debo dejar pasar (como debería haber evitado esta imagen, pero la entiende todo el mundo y funciona, como un anuncio de Fairy). Cumplir años es ir descubriendo en qué no podrás convertirte ya y, lo peor, sospechar que aquello que sí eres no acaba de convencerte. ¡Con lo bien que me lo habría pasado viviendo en ese centro de alto rendimiento para gallinas ecológicas!

Pero lo bueno que tienen estos huevos es que te sientes bien ya solo comprándolos y te olvidas de ese no ser gallina. Con los huevos normales te llevas a casa huevos normales. Estos, desde el momento en el que los colocas en la cesta, te dan derecho ya a una ecomedalla con la que te notas mejor persona. Para que la experiencia fuera completa, las gallinas deberían estar en peligro de extinción y así meter una ecocanasta de tres puntos al ayudar a su conservación. Desgraciadamente, parece que, por el momento, eso no entra en sus planes, por mucho que nos las comamos a todas horas y de todas las maneras posibles, que estornudas y sin querer desaparece una especie, y con las gallinas no hay forma.

Por el tema de las ecomedallas recomendaría que todos compraran ecohuevos, pero es que ser ecosolidario es un poco caro. Diría que es un huevo de caro y me arrepentiría al momento. Seis huevos de esas gallinas que se dan baños de arena y ven series en versión original en Canal + cuestan 2,3 euros. Doce huevos de gallinas que viajan en metro y leen el 20 minutos que otra ha dejado en el asiento de al lado, cuestan 1,15 euros. Voy a hacer unos cuantos cálculos y ahora vuelvo.

Ya estoy aquí. Dice el Excel que el ecohuevo cuesta cuatro veces más que el huevo normal. Para alejarnos del frío de las estadísticas, voy a buscar el calorcito de una imagen que haga más expresiva esta información. En la cena de esta noche puedo elegir entre freír un huevo para cada uno o compartir los cuatro un ecohuevo.

Vaya dilema.

En aquel libro de comida sana no hablaban de estos dilemas. De hecho, no hablaban de precios. Sí decía que empezaras a sospechar de los huevos y del pollo como de esos mails con textos del estilo "para evito problema acceso cuenta de tu banco, ingresar aquí clave de cotrol de su seguridad. Grazias". Textos todavía inquietantes hasta que la nueva generación empiece a dirigir bancos y uno se preocupe entonces con los mail que lleguen bien redactados.

El libro aconsejaba que te cuidaras desde ya y que empezaras a consumir ecoproductos, pero antes de eso debería haber comenzado con un simple cuestionario :

1-¿Eres rico? Sigue leyendo.
2-¿No lo eres? Sigue leyendo cuando lo seas.

Me salté ese cuestionario inexistente y me encontré con un conjunto de remedios destinados a hacer tu vida más larga y luminosa sin saber que antes tenías que ser rico.

Y ésta es la explicación de por qué estoy sentado en la cocina leyéndome los textos de la caja de huevos. Es mi forma de ganar tiempo para decidir si frío un huevo o cuatro. Me enfado conmigo mismo porque en el fondo debería emplear mi tiempo en descubrir cómo ser rico. De eso se trata. Si eres rico, tienes a alguien que hace la compra por ti, que compra los huevos que quiere y que te los sirve sin que tú llegues a sospechar que hay por el mundo gallinas que se dan baños de arena y cuyos huevos puedes comerte. De hecho, si eres rico, puedes cenar todas las noches un solomillo.

¿Pero no es el primer paso para ser rico imaginarse rico? ¿No es eso lo que recomiendan los libros de autoayuda? Me visualizo rico y ya no hay dudas. Cada huevo que casco es un mensaje al universo para que me haga rico. Pero ya. Voy a preparar una tortilla de patatas que va a hacer que se nos llenen los bolsillo de monedas mientras nos la comemos.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Tribuna baja en el Circo Price : 30 euros.

Cuando existen tantas ofertas de ocio, siempre se tiene la duda de haber elegido la mejor opción. Te quedas con la sospecha de si habría otro sitio donde sentirte como la flecha en el centro de la diana. Para eliminar esa incertidumbre, existen los locales de moda, los restaurantes de moda o las películas de moda, y así poder gastarte el dinero en algo que, aunque no te guste, te limpie de dudas por dentro y por fuera. El problema es que no hay nada así que sirva de referencia cuando uno tiene niños y se supone que debe celebrar la fiesta de la inmaculada concepción de la Virgen María.

-¿Qué se celebra? - me pregunta Lucía
-No lo sé - le respondo.

Que es una verdad que cojea un poco, o una mentira a la que le queda muy poco para salir ya corriendo. Del título de la celebración hay muchas palabras que no me sé explicar, así que prefiero mirar para otro lado y esperar que Lucía no insista. No insiste.

Tampoco es verdad que uno no tenga referencias cuando se pasea por la calle con dos niños de seis años en pleno mes de Diciembre. Es una mentira literaria que le ha dado cierta fuerza al arranque del post. ¿Para qué, si no, está el circo? Si es fiesta, y tienes niños, y es Diciembre, la palabra que te sale es circo. Por eso estamos aquí, sentados en la tribuna baja del Circo Price, haciendo lo que uno debe hacer. Esta sensación, que relaja mucho, deberían utilizarla de reclamo.

Es la primera vez que venimos a este circo. Es pequeño, ordenado, y no huele a circo, lo que agradezco. Las acomodadoras se mueven como si estuvieran en la junta general de un gran banco atendiendo a accionistas con tantos años como millones en la cuenta : mucho que gastar en poco tiempo, justo lo contrartio que nosotros. Seguimos la indicaciones y llegamos a nuestro sitio. La segunda sorpresa es que las localidades son buenas. De hecho, todas las localidades del circo son buenas, ya que sentarte en el camerino de la gimnasta del hula-hop no es una opción.

El circo está muy bien.

Y desarrollo lo del muy bien para los que necesiten argumentos y no se fíen de mi juicio. Está muy bien porque uno tiene delante un tipo de circo al que le han quitado toda la grasa. Es verdad que a veces se le ven un poco las costillas, de lo estilizado que está, pero ahora que van a prohibir la bollería industrial en los colegios, está bien que los niños se acostumbren a espectáculos donde se ve la fibra en acción, lo que da de sí un cuerpo cuando uno se alimenta bien.

-Niños, no desayunéis doritos con fanta - parecen decir todos los cuerpos.

Y salen un montón de cuerpos afinados, tensos, duros, fuertes y deseables. Este circo es un catálogo de cuerpos que se doblan, que se juntan, que hacen girar el hula-hop, que saltan desde un trampolín y que hacen equilibrios sobre una escalera. Es la demostración de que un cuerpo sirve para algo más que para llevar bolsas de Mercadona y ducharlo por la mañana.

Salvando las distancias, uno se reconoce en esos cuerpos y se alegra de tener uno, de que le enseñen todo lo que puede hacer, aunque lo tenga desaprovechado y sospeche que se irá a a tumba con bastantes músculos sin estrenar.

-¿Y los animales?

Daniel, a mi derecha, deja de comer palomitas para hacerme esa pregunta. ¿Y para qué quieres animales, pienso, habiendo mujeres que se doblan, que hacen girar el hula-hop o que se balancean sobre un trapecio? Estos circos, a la estela del Circo del Sol, van prescindiendo de los animales, como si no supieran ya qué hacer con ellos ni nosotros qué pedirles que hagan.

-Pues mira, un caballo.

El caballo es el único nimal que sale. Se limita a dar vueltas por la pista y a comer lo que su jinete le va ofreciendo de una bolsa. Parace que haya salido a estirar las patas y a tapear. Es el número más flojo, como para demostrarnos que estamos mejor así, sin animales.

Así que pocos animales, pero sí que tienen músicos (frase que le dedico a un músico que me lee). Están arriba, lejos, como si fueran peligrosos (frase que vuelvo a dedicarle al músico, con la sospecha de que quizás no siga leyéndome). También hay un payaso que consigue hacer reír con los mínimos elementos, facultad que conviene desarrollar frente a la realidad. Me gusta mucho escuchar las carcajadas de Daniel. Consiguen que todo esto sea importante.

Los números están tan bien encajados, que el tiempo corre pendiente abajo. Parece que sólo necesitara treinta minutos para recorrer las dos horas que dura. Agradezco esa eficacia, como de concierto de Madonna, porque lo contrario, subir por una cuesta, es algo agotador cuando se va con niños.

El espectáculo se abre y se cierra de la misma manera : con un artista que realiza dibujos sobre la arena. Si no puedes sacarle partido a tu cuerpo, utiliza la imaginación. Trabaja sobre una superficie blanca y lo que dibuja aparece en una gran pantalla que hay al fondo de la pista. Todos los niños gritan cuando reconocen las figuras. Barcos que se hunden, casas bajo la nieve, palmeras que extienden sus sombras, gatos que miran la ciudad desde los tejados o caballos que galopan. El mensaje está claro : puedes meter la arena en un reloj y ver pasar el tiempo o hacer algo con ella.

Hacer algo con ella. Es tan fácil decirlo.

-Niños, tenemos que usar nuestra imagiación - Aunque luego no sepamos ni cómo, ni cuándo,ni con qué, ni para qué. Mejor comprarlo todo hecho.

Termina la función dentro del circo y retomamos la nuestra afuera, en una mañana de domingo que empieza a condensarse en nuestro estómago. Es hora de comer.