sábado, 1 de noviembre de 2008

La figura del lobo de Ben 10 : 9 euros.

Esta mañana de sábado hemos estado en el Carrefour, en el Vips de Diversia y ahora entramos en la sección de juguetes del Corte Inglés de la Castellana para ver si encontramos al “corre, corre”. Reconozco el stand de las figuras de Ben 10 y me acerco con mis hijos para ver si ahí tienen la que buscamos. Un anciano muy bien vestido va mirando las figuras más pequeñas a gran velocidad.

-Puede usted acercarse si quiere – me dice – pero ya no queda ninguna.

Noto cierta decepción en su voz, como si llevara desde su juventud buscando algo que tampoco aquí ha encontrado. Se acerca a hablar con un dependiente y tras escucharle atentamente asiente muy despacio y se marcha. Camina con abatimiento, tal vez pensando en la mejor forma de contarle a su nieto o nieta que vuelve con las manos vacías. Un hombre de neandertal que regresara a la cueva sin carne no transmitiría la misma sensación de fracaso.

Y es en ese momento cuando recuerdo un párrafo del libro de Peter Carey “Equivocado sobre Japón”, la narración que el autor hace de un viaje con su hijo a Japón para conocer a los principales autores del manga y del anime. Uno de los encuentros es con Yoshiyuki Tomino, el autor de “Mobile Suit Gundam”, un hombre que Peter Carey define como de juveniles sesenta años, esbelto, calvo, grandes gafas, y esa curiosa combinación que a menudo se ve en los artistas de una sensibilidad evidente unida a una voluntad paradójicamente inquebrantable. El juvenil hombre no tiene ningún reparo en reconocer la verdadera motivación de su trabajo :

“Gundam sólo se lanzó para vender robots de juguete, para crear un producto que la gente comprara. En realidad no esconde ninguna inspiración de verdad. Inventé Gundam porque mi trabajo consistía en inventarlo. Y antes de Gundam había hecho montones de animaciones que también servían para anunciar robots de juguete”.

La calidad de las historias y de los dibujos de Ben 10 es bastante pobre. Empecé a verlos después de escuchar a Daniel extrañas historias sobre un niño que se convertía en monstruos con más recursos que Zidane. Quería comprobar qué parte de lo que me contaba se debía a su imaginación, desbordante como una magdalena con exceso de levadura en el horno, y qué parte a lo que veía. Lo que ofrecía Ben 10 era previsible y plano, un refrito de situaciones que sólo servían para crear, como admitía Tomino, un anuncio de veinte minutos.

Hasta aquí la parte teórica. La práctica la estoy viviendo frente al expositor del Ben 10, en el que no quedan las figuras más baratas. Entiendo la decepción del anciano. La colección de monstruos a 9 euros prácticamente ha desaparecido. Puedo dar el salto a las más caras, por las que nadie parece haber mostrado interés, o tratar de convencer a mi hijo de que la única figura que queda, la de la prima de Ben, puede ser la sustituta del “corre, corre”. Curiosidades de coleccionista, de Gwen hay todas las unidades que uno quiera, como si en el tema juguetero la cuestión de la cuota también funcionara y se hubieran visto obligados a tener una Gwen por cada uno de los diez monstruos en los que Ben puede convertirse.

-Pues a mí me gusta – miento.

Y mi hijo, como mostrándome que se da cuenta de mi mentira, niega en silencio y se marcha a ver qué tienen que ofrecerle los Gormitis. Me veo de anciano, bien vestido, buscando la figura del “corre, corre” pero trato de animarme diciéndome que yo tendré más suerte. Para evitar que la influencia de Ben 10 sea excesiva me propongo en este mismo momento contraatacar con la obra de Hayao Miyazaki. Frente a la falta de imaginación de Ben 10, la contundencia y la maestría de las obras del Estudio Ghibli. Si mi futuro es el de pasarme las mañanas de los domingos buscando figuras de juguetes, que sean al menos las de películas como “Mi vecino Totoro”, “El viaje de Chihiro” o “Haru en el reino de los gatos”.

El propio Peter Carey parece reconocer la superioridad del trabajo de Miyazaki al cerrar el libro con el encuentro que él y su hijo tuvieron con él. En la breve entrevista, la traductora les cuenta :

“Para el señor Miyazaki una de las capacidades más importantes del ser humano es la imaginación, por tanto el propósito de sus actividades creativas es desarrollar la imaginación de los niños, de las generaciones venideras. La imaginación puede crear un mundo completamente diferente, depende de cómo se use. Puede dar vida a la virtud o armas destructivas que amenacen al mundo en su conjunto, un riesgo potencial que le provoca miedo”

Me resigno a irme con las manos vacías. Rebusco entre todas las figuras de Gwen hasta que doy con una distinta. Un lobo que tiene las fauces divididas en cuatro partes. Se la enseño a Daniel, que sonríe y viene corriendo hacia mí.

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