domingo, 2 de noviembre de 2008

Un ramo de flores de plástico : 25 euros.

Estoy en el Mac Donald´s comiendo con mis hijos. Hoy es un viernes lluvioso y el local está repleto porque los colegios han adelantado la festividad de Todos los Santos y les han dado fiesta a los niños. Como en nuestros trabajos no se aplican los mismos criterios que en el sector de la educación, somos muchos los padres que hemos pedido este día libre para estar con nuestros hijos. Los políticos hablan de compatibilizar la vida laboral con la familiar, pero supongo que se referirán a la suya.

El caso es que casi todas las mesas están ocupadas. Hay tantos niños que no sería raro que al llamar a mis hijos para que me sigan, lo hicieran otros con los mismos nombres. Tengo mucha suerte porque encuentro una mesa en la que sentarnos y los niños que acuden a mi llamada son los míos, lo que me evita problemas legales y alguna situación embarazosa con otros padres. Mis hijos se quitan sus abrigos y antes de sentarse ya han abierto su Happy Meal para ver qué les ha tocado. Daniel me enseña un robot rojo y Lucía una especie de Tamagotchi.

Les distribuyo sus nuggets de pollo encima de mi bandeja y cuando ya lo tienen todo listo abro mi hamburguesa. Es entonces cuando me doy cuenta de que la mesa de al lado está vacía, lo que me sorprende dada la demanda que hay. No le presto demasiada atención al hecho y vuelvo a mi hamburguesa que en estos días de celebración de los difuntos me recuerda a un ataúd de cartón con el muerto dentro. Le doy un buen bocado y es entonces cuando veo a mi padre en la mesa de al lado.

Mi padre lleva el chándal que se ponía cuando se sentaba en casa a leer, por lo que supongo que en el sitio del que viene también debe sentirse cómodo.

-¿Y tú qué haces aquí?
-¿En el Mac Donald´s o en tu párrafo?.

La mención a este párrafo, que escribo dos días después, me demuestra que en su nuevo estado nuestra concepción del tiempo debe parecerles más simple que una previsión económica del Gobierno. Pienso que ha adelantado nuestro encuentro de mañana en el cementerio.

-En donde te gastarás cincuenta euros en dos ramos de flores de tela – me dice.
-¿Perdona? – le pregunto, sorprendido de que sea capaz de saber lo que pienso, como si se anunciara igual que la cotización de los valores en Times Square.
-Y si no quieres que la dependienta se sienta ofendida, pídelas de tela, no de plástico.
-Claro.

Sabe lo que pienso y lo que escribo, así que decido seguir comiendo e insistir con los enanos para que se terminen su pollo. Les podría decir que tienen al abuelo al lado, pero ellos ya tienen su particular relación con él. El día de su cumpleaños, Daniel se levanto diciendo que sabía que el abuelo Paco iba a bajar ese día para estar con él. Si les pregunto, son capaces de girarse y de decirme que sí que le ven, como si fuera lo más normal. Los hijos de Night Shyamalan le debieron dejar el guión de “El sexto sentido” medio hecho.

Mi padre no deja de mirar a sus nietos. Ni nostalgia ni pena. Le veo contento. Mis visitas al cementerio sólo son una forma de cumplir con la tradición porque sé que ahí nunca le voy a encontrar. No hay ningún recuerdo de un momento compartido con él asociado a esa lápida y ahí donde no hay recuerdo es imposible que pueda verle. Le compraré las flores de tela y me quedaré de pie sin saber qué decirle a una piedra.

-¿Y dónde crees que puedo estar? – me pregunta.

La respuesta es fácil. En una botella de Matarromera, el vino que él me descubrió y del que sale en forma de recuerdo, como un genio de su botella, cada vez que descorcho una. En su localidad del Bernabéu. En un discurso de César. En unos peces en una bolsa de plástico. En una comida en el Nemesio. En una charla en el Brillante de Atocha…Pero no recuerdo nada asociado a un Mac Donald´s.

-Fue en un Burguer King – me aclara – Un sábado que estuvimos trabajando para preparar el IVA, antes de que te marcharas a hacer un curso de francés a Suiza.
-Ya.
-Y esto es lo más parecido a ese Burguer King.

Los enanos me piden que les abra su postre. Cuando vuelvo a girar la cabeza, mi padre ya no está ahí. Lamento haber perdido la ocasión de preguntarle algo crucial, como saber si lo que los enanos están comiendo es verdaderamente pollo o no. Cojo el robot de mi hijo y me doy cuenta de que somos muy parecidos. Tiene tres ruedas en la base, con lo que en vez de avanzar en línea recta da vueltas sobre sí mismo y si se le da cuerda baila moviendo únicamente la cabeza y los brazos, incapaz de llevar el ritmo a sus piernas. No sé si esta comparación es totalmente mía o si mi padre me la ha dejado al final de este texto como una broma suya.

No hay comentarios: