lunes, 24 de mayo de 2010

Trimestre de natación : 165 euros

Resulta difícil hacerse a la idea de que, mientras en un laboratorio Craig Venter ensambla un genoma de forma artificial para implantarlo en una célula, Belén Esteban se queja ante el jurado de un programa de baile en televisión de que no le valoran su esfuerzo. Me doy cuenta de que me cuesta mucho unir esos dos hechos y de que hay algo que falla, como si quisiera ponerme un guante en un pie.

Acabo de leer la noticia sobre la creación de la vida sintética mientras mis hijos están en su clase de natación de los sábados. Hoy tienen un profesor nuevo, que sustituye a Rodrigo, y que va acumulando ejercicios con la contundencia y la seriedad del que apila tomos de la Enciclopedia Británica. Cuando pasan delante de mí, me miran como si quisieran saber qué mala obra tienen que borrar con cada largo que hacen, frotando hasta no dejar señal. Desde la puerta de cristal en las que estoy les sonrío y muevo la mano como si despidiera a un familiar mayor que se marchara de turismo a un pueblo cercano, sin emociones, pero sin problemas. No puedo hacer nada más por ellos, sólo esperar a que la media hora del reloj pase rápidamente.

La imagen de Belén Esteban se cruza con la fotografía de Craig Venter sin razón aparente. Siendo admirador incondicional de Adamsberg, el comisario de Fred Vargas, debería sospechar algún motivo oculto para esa aparición, pero lo único evidente es que picar de la televisión puede ser malo. Hay cosas que uno se echa a la boca y que al estómago le cuesta mucho digerir, esforzándose hasta que, quizás en este mismo momento, se niega a continuar y se las devuelve a la cabeza con el sello de "destino desconocido, devuélvase al emisor".

Del periódico a la piscina y de la piscina al periódico. Los corchos que marcan las calles son parecidos a las cadenas que ilustran la noticia del genoma. Como ellas, entre largas series de piezas azules hay tres blancas, marcando las uniones. En cada calle hay una profesora con un grupo de niños, cada uno a su nivel, y es entonces cuando me doy cuenta de que el problema está en que quiero meter a Belén Esteban y a Craig Venter en la misma calle cuando cada uno, realmente, vive en su propio tiempo y velocidad, aunque a Belén Esteban también se la pueda considerar una forma de vida artificial. Hoy es 22 de junio del 2010, pero uno se encuentra varios años por delante y, la otra, por detrás.

En este instante, hay realidades que van a muy distinta velocidad en un contraste que cada vez se va haciendo mayor, lo que convierte en real la frase de que hay otros mundos que, efectivamente, están en éste. Por un lado, gente como Michio Kaku y sus programas de divulgación en la BBC, anunciando en una entrevista que en veinte años crearemos cualquier tipo de órgano vivo para sustituir los enfermos y por otro a un aspirante a famoso agarrándose los huevos delante de la cámara.

Esa diferencia de velocidad permite que el deseo de viajar en el tiempo ya está al alcance de cualquiera. Lo puedo experimentar en ese mismo momento, en lo referente a la economía, viendo el anuncio de un Full HD para ver la televisión en tres dimensiones y leyendo la noticia de la intervención de Cajasur, controlada por la Iglesia, a la que se le dan 550 millones de euros para que, como el lobo del cuento de los cabritillos con la tripa llena de ladrillos morosos, no se hunda en el río después de haber pedido 596 millones de eurs el año pasado. Un rescate que dobla la cantidad que este año, por ejemplo, se concede en el programa Avanza de I+D+i. , siguiendo la política de avanzar, sí, pero remando hacia atrás. Parece que el pasado no desaparece, simplemente se va frenando sin detenerse del todo mientras se van creando nuevas capas.

El problema es que uno tiene que elegir en qué calle quiere nadar. En las lentas, la profesora es amable, te da un pato rojo para que juegues y te echa agua con una regadera de plástico amarillo. En las rápidas, te encuentras dentro de un vértigo y una exigencia que te agota, destruyendo y creando al mismo tiempo, como un grupo de soldados de élite que avanza por zona enemiga borrando las huellas.

La clase termina sin que hayan dedicado ni un minuto a jugar. Mis hijos vienen por el borde de la piscina agotados. Es lo que hay, pienso, es lo que os espera. El único consuelo es que ya sabemos que los que viajan a más velocidad se mantienen más jóvenes que los que se quedan detenidos en el tiempo, por muchas operaciones de cirugía estética que se hagan.

-¿Dónde os apetece comer hoy? - les pregunto.

Pensar tanto me da hambre.

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