martes, 23 de marzo de 2010

Un litro de diesel : 1,08 euros

-Europa es cuando todo el mundo se pone de acuerdo y Alemania paga.

El problema de tener un coche alemán es que a veces le tira el terruño a pesar de que toda su vida la haya pasado sorteando los baches de las carreteras españolas. Parece que su corazón, situado en alguna de las válvulas diseñadas por ingenieros alemanes, se acelera al ver las exigencias que se le pide a Alemania para salvar a Grecia. Debe escuchar la radio a escondidas.

-Deja ya Intereconomía y ponte alguna emisora de música.
-En ninguna saben quién es Blind Guardian y la música que ponen hace que se me desinflen las ruedas.

En eso le doy la razón. Algo se te desinfla en el cerebro si escuchas demasiado a Beyoncé o a Rihana. Estoy por grabarle un CD con grupos alemanes para que deje la radio y esa defensa de Merkel con una pasión que envidio.

-Bueno - le digo para picarle un poco - que los bancos alemanes también están sacando tajada de ese 6,5% de la deuda de Grecia, un 3% mayor que la alemana.
-Ya nos lo quitarán por otro lado - se queja.

Lo cierto es que mi coche ya no es el mismo. Hasta ahora, era un coche obediente que solamente se quejaba si no me ponía el cinturón de seguridad o si pasaba el límite de velocidad. Era una perfecta mezcla de ingeniero alemán y mayordomo inglés, de los que te planchan el periódico para recibirlo caliente y sin arrugas en la mesa del desayuno. Desde hace unas semanas ya no sintoniza bien las emisoras, se toma unos segundos de más en arrancar o anuncia que estamos en reserva cuando apenas queda gasolina, como si estuviera pensando en otras cosas.

La presión sobre Alemania es la excusa que él cree haber encontrado para sus cambios de humor, pero lo cierto es que la razón es otra. Estar en paro no sólo le afecta a uno, sino a los objetos que le rodean, que se extrañan de que su rutina se rompa.

-No me gusta estar solo en el aparcamiento. Es deprimente ver todas las plazas vacías y pasarte el día escuchando cómo gotea una cañería.
-¿Y qué hago?
-Sácame más.

Así que esta mañana me lo llevo de compras y le echo gasolina a una hora en la que apenas hay coches.

-Mira qué bien - le digo - No tenemos que esperar.
-Ya, pero no es lo mismo. Esto es como ir a la playa en Febrero.

Es cierto. Cuando uno está en paro tiene la impresión de que hace las cosas cuando no corresponde, como si siguiera el horario de las antípodas. Con razón o sin ella, no puedo dejar que caiga en una depresión. Venga, pienso, que eres un coche alemán capaz de hacer frente a cualquier situación. Hay que mantener la moral entre todos los objetos que dependen de uno : el móvil, el ordenador, los pantalones o las camisas. Si los de la casa sospechan que el coche alemán va a tirar la toalla, es posible que se dejen ir y empiecen a desajustarse, a arrugarse, a romperse, a secarse, a quedarse sin batería o a desteñirse en la lavadora sin ningún motivo.

Al volver de la gasolinera, el coche se frena al pasar junto al amplio parking de Telefónica en el que hay cientos de coches aparcados.

-Echo de menos las charlas con los demás coches mientras trabajabas.
-¿Y de qué hablábais?
-Pues de revisiones, de gasolineras...y si hay confianza, de neumáticos y de motores.

Llego a una rotonda y doy varias vueltas pensando en algo que hacer. Al final, viendo que van a dar las diez, me dirijo hacia el aparcamiento del Carrefour, donde ya hay bastantes coches.

-¿Esto te parece bien?
-Aha. Date una vuelta que yo te aviso. A ver. Sigue. ¡Ahí, al lado de ese mini!

Encuentro un sitio al lado de un mini amarillo con el techo negro. Está reluciente y brillante. Me siento culpable por no llevar el mío más limpio. Le doy al limpiaparabrisas para quitarle un poco la suciedad. Es poco lo que logro.

-Déjalo - me dice el coche - No me dejes más en evidencia. Y no llames suciedad a lo que parece mugre.
-¿Cuándo vuelvo?
-Pásate dentro de una hora.

Cierro la puerta y me quedo pensando si debo decirle algo, pero creo que es mayorcito y el mini tiene pinta de tener carácter, así que los dejo sin despedirme. Entro en el Carrefour y me siento en una mesa de una cafetería a leer lentamente el periódico. Veo que en las demás mesas hay más gente removiendo lentamente su café, pasando sin prisas las hojas del periódico o poniéndole mermelada a una tostada con la concentración de un pintor valorando cada pincelada. Somos como padres esperando mientras sus hijos juegan en el parque. Me leo el periódico con una atención que nunca le he dedicado.

Vuelvo al aparcamiento con la cabeza llena de noticias. Desde el gol de Messi a la entrevista a Enzo, el problema del IVA o los 65000 millones de euros menos que se ingresó en España en el 2009 frente al 2007. El mini ya no está aparcado al lado de mi coche.

-¿Qué tal ha ido? - le pregunto.
-Muy bien. Muy bien.
-Parece que van a sacar bonos para solucionar lo de Grecia - le digo.
-¿Qué?
-Unos bonos...
-Tenías que haber visto qué tuercas. Duras y bien apretadas - me dice.

No insisto con el tema de los bonos. Hablar de tuercas prietas con tu coche es algo incómodo, como la primera charla de sexo con tus hijos. Busco algo que decir y acabo poniendo la radio.

-¡Coño, Beyoncé! - dice el coche - ¡No, no la quites!

La primavera acaba de llegar para echar una mano en lo que pueda.

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