jueves, 17 de junio de 2010

Lata de Coca-Cola : 0,85 euros.

Para mí, un mundial empieza cuando las latas de Coca-Cola comienzan a llenarse de banderas. Me sucede igual que con el verano y los anuncios de gazpacho : aunque afuera la nieve se empeñe en recrear el hábitat del oso polar, soy capaz de quitarle el polvo a la sombrilla, ponerme el bañador y salir a la calle en cuanto veo un anuncio de gazpacho. Que se haya jugado o no el partido inaugural es lo de menos, quien da el pitido de salida es Coca-Cola con su desfile de banderas por las tiendas.

Me acerco en una tienda a la zona de los refrescos para ver el diseño de este año. A mi lado revolotean mis hijos, con la boca abierta y piando, pidiéndome que les compre algo. En momentos así sería bueno tener unos cuantos gusanos en el bolsillo para soltárselos en la boca y calmarles, en una solución práctica aunque chocante. Desgraciadamente, compruebo, no tengo gusanos en el bolsillo. Es entonces cuando un afortunado impulso pedagógico viene al rescate.

-¿Compramos dos latas de Coca-Cola y así aprovechamos para aprender los países?

Los dos celebran mi oferta saltando de alegría. Es sorprendente a veces lo mucho que se logra con tan poco. Dejan entonces de piar y los únicos pájaros que vuelvo a escuchar son los que tengo en mi cabeza, picoteando de aquí y de allá, tragándose las mejores frases y dejándome las más blandas, como patas de calamar, para seguir escribiendo estos párrafos.

-Bueno, podemos elegir entre Inglaterra, Francia…Francia o Inglaterra.

Remuevo todas las latas con la velocidad de un trilero intentando descubrir una bandera nueva. O Francia o Inglaterra. Me fijo entonces en que este año sólo sacan las banderas de los siete países ganadores del mundial. Eso limita el alcance de mi esfuerzo educativo, como ocupar un globo terráqueo con una ampliación del plano de Parla. Esa es mi primera decepción. La segunda, inmediata como el bote de las ruedas de atrás al pasar por un bache, tiene que ver con la calidad de este mundial. ¿Siete países?

Recuerdo las colecciones de otros años ordenadas en los estantes y la sorpresa al descubrir países con nombres impronunciables y banderas que por las mezclas de colores parecían el muestrario de un decorador. Uno entraba en su cuarto y se sentía como un general al que los países rendían honores. El valor de la lata dependía de la clasificación de su equipo y, cuando tu madre se plantaba con el “hay que tirar toda esa mierda que sólo acumula polvo” y la cara de estar decidida a hacerlo, a la ganadora se la indultaba convirtiéndola en bote para los lápices.

Siete países son pocos. Supongo que para tomar esta decisión, los de marketing de Coca-Cola habrán necesitado cientos de reuniones, presentaciones, gráficos, consultores especializados y ocas con las tripas abiertas o consultores con las tripas abiertas y ocas especializadas. O tal vez se lo jugaran a los dados y saliera el siete en ese dado que suelen tener los que toman las grandes decisiones. Sea como sea, siete son pocos porque transmiten el mensaje de que va a ganar uno de los de siempre y no merece la pena, por costes de producción, darle una oportunidad a la sorpresa. Económicamente hablando, la rutina es más rentable.

Al menos, es eso lo que siento cuando veo la lata. Será que es una lección que conviene aprenderse ya para cuando llegue la crisis de verdad y uno se sepa de memoria hasta los céntimos que lleva en el bolsillo. En todo caso, este no es el momento de ponerse serios y repartir multas entre las carrozas del carnaval porque vayan repletas de gente y el conductor sea el que más borracho esté. Siete países son pocos y los de Coca-Cola deberían haber tirado la casa por la ventana y haber sacado las banderas de los países que se han clasificado, los que lo intentaron y no pudieron y los que no tienen ni selección pero lucen una bandera más colorida que las que cuelgan por Chueca. Así podríamos haber descubierto países pequeños y nuevos, como esos huesos que ves en la radiografía de la mano y que no sospechabas que estuvieran ahí.

-Pues Francia o Inglaterra – les digo a mis hijos.

Y en ese momento me digo que voy a animar a un país por el que no apueste nadie. Elijo Suiza y la selección de España me demuestra que piensa como yo, que también ella quería salirse de esa rutina en la que se había convertido la euforia.

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