sábado, 5 de febrero de 2011

Entrada para "Enredados" en 3D : 10,5 euros

Empecemos sin rodeos : Que viva Pixney y el equipo que ha hecho "Enredados". Me habría tatuado esta frase al salir del cine si, en plena euforia, hubiera encontrado quien me lo hiciera, pero los únicos tatuajes disponibles eran los que venían en los bollos de Hello Kitty.

Y eso que tenía miedo de encontrarme con una historia típica que sirviera para vender camisetas o mochilas a los niños, pero la película que han hecho me ha dejado sin palabras.

(Mentira)

Sí, mentira. No os creáis ese tópico. Cuando algo es bueno, las palabras acuden al momento. El problema no es quedarte sin ellas, sino saber elegir las que mejor expresen lo que quieres decir. La impresión se mete en el probador y tú le vas dando frases para que se las pruebe. Esta no. Y te la devuelve. Esta no. Y te la devuelve. Esta tampoco. Y te la devuelve.

-Espera, eso de Pixney está bien.

Ya lo sé, por eso quería tatuármelo. Es justo y necesario deciros que podéis ir sin temor a ver esta película, a pesar de tener a una princesa y a un ladrón simpático como protagonistas. John Lasseter está en el banquillo. Y lo que el bueno de John, lo que el grande de John, lo que el inmenso de John ha hecho con esta historia es sentar cátedra. Alabado sea John.

-No, no es para tanto.
-¡Hombre, John, tú por aquí! ¡Sí que lo es! Con las historias de Pixar es fácil mantener el nivel, pero lograrlo con una historia tan ajena a Pixar como ésta era un reto. Es como entregarte la plantilla del Madrid y meterle cinco goles al Barça.
-Ya será menos. Bueno, te dejo, que a ver si viene Mou y nos lanza una botella de agua.

He aquí una película en la que apenas hay grasa y donde todo funciona a la perfección gracias a un gran guión. Al final, todo es tan sencillo como esto y aunque uno se imagina al equipo navegando en un mar de dólares, el éxito depende de una buena historia, algo que cualquiera puede escribir en su casa, meter en una botella y lanzar por la borda, esperando que llegue a una playa de inversores con ganas de meter todo el dinero que haga falta.

Los que sueñen con convertirse en guionistas me dirán que ya saben lo importante que es un guión y que eso ni les ayuda a escribir uno bueno ni a alejar la posibilidad de tener que ganarse la vida preparando el modelo 110 para Hacienda. Bueno, aquí va otra reflexión menos ambigua y más práctica : el nivel del guión es tan alto porque los de Pixney no corren como galgos deseando llegar al final. Muchas veces parecen esos titiriteros callejeros que tuvieran que mantener tu atención en cada momento para asegurarse las monedas al final.

-Eso me ha gustado.
-Gracias de nuevo, John.
-Ahora sí que me marcho de verdad, a ver si el Mou ese acaba apareciendo.

Y a fe que lo hacen (llevaba tiempo deseando usar esta frase y me parece que aquí no viene mal). Mires donde mires, los de Pixney cuidan el detalle, como si al lema punk del “no hay futuro”, le añadieran “ni pasado, sólo el aquí y ahora”. Un buen ejemplo de esto es la parte de la taberna del patito frito : aparentemente es algo secundario pero, por sí misma, ya justificaría el precio de la entrada y el descorche de algún buen Ribera del Duero. De ella podrían sacarse detalles finos y sabrosos, como trozos de jamón cortados por un experto.

De hecho, esa parada en la taberna del patitio frito puede verse como el punto en el que una historia de Disney se mezcla con el tono un tanto canalla de Pixar (y que busca sin conseguir la gente de Dreamworks) para ofrecer, desde entonces, un producto Pixney. Entre esos indeseables y matones está Lasseter y su equipo dispuestos a darle a la princesa lo que ella necesita (en términos de guión, no vayamos a tener problemas)

-Necesito un nueve.
-Mou, perdona, pero no estamos hablando del Madrid.
-Ok. Pero no quiero que escribas el nombre de Valdano. Me marcho.

Podría detenerme más en las escenas, pero eso desvelaría unos momentos que es mejor que cada uno vaya disfrutando. La única recomendación es que conviene fijarse en todo : los de Pixney saben lo que tú sabes y van dos pasos por delante. Ver esta película es como cortar el roscón de reyes y que cada trozo lleve un regalo. Tú solo tienes que sentarte y comer, y comer, y comer. Comen tus ojos, y tu cerebro, y hasta tu corazón, que ésta es una historia de Disney y al final es ahí donde dirigen sus flechas, no nos engañemos.

En fin, que es de las pocas películas de las que se sale con ganas de hablar, de reconocer así el buen trabajo que se ha hecho. Como ocurre con Mad Men o Breaking Bad. Es tan grande mi agradecimiento a John, que me gustaría crear un fondo para clonarles a él y a Miyazaki y así asegurar el talento para futuras generaciones. Voy a ver qué tengo en el bolsillo.

En lo que cuento las monedas, aprovecho para hablar de la extraña sensación que me provocó ver ese unicornio en la parte final de la película y encontrarme a la salida una fotografía de Harrison Ford anunciando “Morning glory”.

Ya está. Me temo que con el dinero que tengo, sólo da para que se enfríen los pies en un cubo de hielo.

2 comentarios:

Abela dijo...

Te diré que Juan y los nanos han ido hoy a verla...ahora me arrepiento de no haber entrado con ellos... Saludos

Javier Padron dijo...

No tiene desperdicio. ¡Viva Pixney!