lunes, 13 de diciembre de 2010

Tribuna baja en el Circo Price : 30 euros.

Cuando existen tantas ofertas de ocio, siempre se tiene la duda de haber elegido la mejor opción. Te quedas con la sospecha de si habría otro sitio donde sentirte como la flecha en el centro de la diana. Para eliminar esa incertidumbre, existen los locales de moda, los restaurantes de moda o las películas de moda, y así poder gastarte el dinero en algo que, aunque no te guste, te limpie de dudas por dentro y por fuera. El problema es que no hay nada así que sirva de referencia cuando uno tiene niños y se supone que debe celebrar la fiesta de la inmaculada concepción de la Virgen María.

-¿Qué se celebra? - me pregunta Lucía
-No lo sé - le respondo.

Que es una verdad que cojea un poco, o una mentira a la que le queda muy poco para salir ya corriendo. Del título de la celebración hay muchas palabras que no me sé explicar, así que prefiero mirar para otro lado y esperar que Lucía no insista. No insiste.

Tampoco es verdad que uno no tenga referencias cuando se pasea por la calle con dos niños de seis años en pleno mes de Diciembre. Es una mentira literaria que le ha dado cierta fuerza al arranque del post. ¿Para qué, si no, está el circo? Si es fiesta, y tienes niños, y es Diciembre, la palabra que te sale es circo. Por eso estamos aquí, sentados en la tribuna baja del Circo Price, haciendo lo que uno debe hacer. Esta sensación, que relaja mucho, deberían utilizarla de reclamo.

Es la primera vez que venimos a este circo. Es pequeño, ordenado, y no huele a circo, lo que agradezco. Las acomodadoras se mueven como si estuvieran en la junta general de un gran banco atendiendo a accionistas con tantos años como millones en la cuenta : mucho que gastar en poco tiempo, justo lo contrartio que nosotros. Seguimos la indicaciones y llegamos a nuestro sitio. La segunda sorpresa es que las localidades son buenas. De hecho, todas las localidades del circo son buenas, ya que sentarte en el camerino de la gimnasta del hula-hop no es una opción.

El circo está muy bien.

Y desarrollo lo del muy bien para los que necesiten argumentos y no se fíen de mi juicio. Está muy bien porque uno tiene delante un tipo de circo al que le han quitado toda la grasa. Es verdad que a veces se le ven un poco las costillas, de lo estilizado que está, pero ahora que van a prohibir la bollería industrial en los colegios, está bien que los niños se acostumbren a espectáculos donde se ve la fibra en acción, lo que da de sí un cuerpo cuando uno se alimenta bien.

-Niños, no desayunéis doritos con fanta - parecen decir todos los cuerpos.

Y salen un montón de cuerpos afinados, tensos, duros, fuertes y deseables. Este circo es un catálogo de cuerpos que se doblan, que se juntan, que hacen girar el hula-hop, que saltan desde un trampolín y que hacen equilibrios sobre una escalera. Es la demostración de que un cuerpo sirve para algo más que para llevar bolsas de Mercadona y ducharlo por la mañana.

Salvando las distancias, uno se reconoce en esos cuerpos y se alegra de tener uno, de que le enseñen todo lo que puede hacer, aunque lo tenga desaprovechado y sospeche que se irá a a tumba con bastantes músculos sin estrenar.

-¿Y los animales?

Daniel, a mi derecha, deja de comer palomitas para hacerme esa pregunta. ¿Y para qué quieres animales, pienso, habiendo mujeres que se doblan, que hacen girar el hula-hop o que se balancean sobre un trapecio? Estos circos, a la estela del Circo del Sol, van prescindiendo de los animales, como si no supieran ya qué hacer con ellos ni nosotros qué pedirles que hagan.

-Pues mira, un caballo.

El caballo es el único nimal que sale. Se limita a dar vueltas por la pista y a comer lo que su jinete le va ofreciendo de una bolsa. Parace que haya salido a estirar las patas y a tapear. Es el número más flojo, como para demostrarnos que estamos mejor así, sin animales.

Así que pocos animales, pero sí que tienen músicos (frase que le dedico a un músico que me lee). Están arriba, lejos, como si fueran peligrosos (frase que vuelvo a dedicarle al músico, con la sospecha de que quizás no siga leyéndome). También hay un payaso que consigue hacer reír con los mínimos elementos, facultad que conviene desarrollar frente a la realidad. Me gusta mucho escuchar las carcajadas de Daniel. Consiguen que todo esto sea importante.

Los números están tan bien encajados, que el tiempo corre pendiente abajo. Parece que sólo necesitara treinta minutos para recorrer las dos horas que dura. Agradezco esa eficacia, como de concierto de Madonna, porque lo contrario, subir por una cuesta, es algo agotador cuando se va con niños.

El espectáculo se abre y se cierra de la misma manera : con un artista que realiza dibujos sobre la arena. Si no puedes sacarle partido a tu cuerpo, utiliza la imaginación. Trabaja sobre una superficie blanca y lo que dibuja aparece en una gran pantalla que hay al fondo de la pista. Todos los niños gritan cuando reconocen las figuras. Barcos que se hunden, casas bajo la nieve, palmeras que extienden sus sombras, gatos que miran la ciudad desde los tejados o caballos que galopan. El mensaje está claro : puedes meter la arena en un reloj y ver pasar el tiempo o hacer algo con ella.

Hacer algo con ella. Es tan fácil decirlo.

-Niños, tenemos que usar nuestra imagiación - Aunque luego no sepamos ni cómo, ni cuándo,ni con qué, ni para qué. Mejor comprarlo todo hecho.

Termina la función dentro del circo y retomamos la nuestra afuera, en una mañana de domingo que empieza a condensarse en nuestro estómago. Es hora de comer.

2 comentarios:

tortuga andrea dijo...

Sí, los músicos, mejor lejos. Lo digo por experiencia. Es invierno y piensan que hiberno. No es cierto: Descanso, en mi refugio bajo tierra, en el jardín. Un refugio con todas las comodidades que una tortuga de mi edad necesita (como, por ejemplo, este portátil). Y los músicos, dentro de casa. Cuando se acerque la primavera me buscarán, inquietos. Tendré que hacer el espectáculo de todos los años: que si salgo, que si no salgo... Y luego, cuando lleguen los amigos de los músicos, el numerito de la tortuga glotona: me como un trozo de manzana, luego otro y otro más; pongo cara de animal sabio y prehistórico; me hago fotos con tortugas que funcionan con pilas... El circo se moderniza y aquí, en el pueblo, estamos como hace cien años.

Sisú dijo...

Andrea, apaga el portátil y dedícate a hibernar, que ya no tienes edad para chatear con otras tortugas y a tus dueños les van a crujir lo de Medioambiente. Y no te hagas la sufrida, que luego eres la primera en pedir copias de las fotos comiendo manzanas para ponerlas en tu perfil del Facebook.