domingo, 6 de diciembre de 2009

Visita a la Bodega Comenge : 6 euros.

A las once y media nos recibe la guía de nuestra visita a la Bodega Comenge, en Curiel. La vemos acercarse con cara de preocupación, como si la lluvia que cae fuera culpa suya.

-Nos hemos quedado sin luz y no voy a poder enseñarles la bodega. Si quieren, pasamos a la cata directamente.

Pongo gesto de contrariedad, pero mi lengua, el paladar y la parte de la amígdala que aprovecha el alcohol para cortar toda relación con el frío y racional neocórtex gritan de alegría.

-¡A la cata! ¡A la cata!

Parecen niños a los que hubieran anunciado la gripe de su profesor antes de un examen de matemáticas. A veces la electricidad le juega a uno buenas pasadas y, saltados los prolegómenos del recorrido por los depósitos de la bodega, subimos a la sala de cata, donde nos colocan dos copas a María y a mí, una botella de agua a Lucía y una Fanta de naranja a Daniel. La sala se encuentra en un pasillo elevado que une dos construcciones de la bodega y que tiene ventanales a ambos lados. Desde uno se ve el castillo de Peñafiel, desde el otro las vides de la bodega. Dos parejas más han acudido a la visita.

La guía nos sirve una copa de Comange, el crianza de la bodega, y otra de don Miguel, el reserva. Una vez que hemos probado el crianza, dejándole más tiempo al reserva para que se airee, nos cuenta que ésta no siempre fue tierra de vinos. De hecho, cuando los musulmanes estuvieron por aquí, no permitieron ni una sola vid por la incompatibilidad entre el vino y su religión. Quizás el tema de la reconquista empezó por una visita casual de Pelayo a una tasca.

-¿No me pones un tinto con las tapas?
-Los vecinos de abajo no han dejado ni una viña en pie.
-¿Me estás diciendo que me voy a tener que meter esta croqueta de jamón con un vaso de agua?
-Pues va a ser que sí.
-Espera, que afilo la espada y ahora vuelvo.

Para cuando volvió, la croqueta debería estar dura como una piedra, pero las vides empezaron a aparecer por el norte de la mano de los monjes, que empezaron a cultivar la uva y a buscarle virtudes para el cuerpo y para el alma. La unión entre el vino y la sangre de Cristo fue una gran intuición de la que debieron arrepentirse después enterrándola bajo paletadas de teología. Vuelvo a darle otro sorbo al Comange y le agradezco en silencio a Pelayo su apoyo al enoturismo de la zona.

Gracias a las explicaciones de la guía descubrimos que beber este vino es, además, apoyar la investigación de I+D+i española. Uno se imaginaba que hacer vino era pisar las uvas, quitarles las impurezas, a los pies y a las uvas, poner a fermentar el mosto, removerlo un poco para que le diera el aire y dejarlo reposar un tiempo en barricas hasta que el comisario de la denominación de origen, que llevaba dos años mirando su reloj con el brazo derecho levantado y una barba hasta los tobillos, lo bajara:

-Hala, a correr.

Para que miles y miles de botellas pudieran salir con energía y optimismo a fecundar todo el mercado que se le pusiera por delante. Quitando al comisario de la denominación, que debe ser al vino lo que el vigilante de la hora a los coches, el resto del proceso va cambiando. Ahí están, por ejemplo, los chicos del Departamento de Tecnología de los Alimentos de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid echándole una mano a este vino para que sea de los primeros en utilizar una levadura de elaboración propia en el proceso. Investigación en estado puro.

-¿Me pones otro vino?
-¿No vas un poco cargado ya?
-¡Si es por la I+D+i! ¡Que ha dicho nuestro presidente que hay que dejar detrás el ladrillo para mirar con confianza el futuro del nuevo sistema productivo!
-Si has sido capaz de decir la frase de golpe y sin reírte es que vas peor de lo que pensaba. Te pongo una Fanta.
-¡Por una Fanta don Pelayo no afiló su espada!

Veo aparecer por un camino una furgoneta de Iberdrola y por un momento temo que venga llena de pilas para que la bodega vuelva a funcionar, lo que acabaría con esta clase magistral y nos devolvería a los depósitos de acero inoxidable, pero deja detrás el desvío a la bodega y se aleja. Con las copas nos han puesto unos platos con chorizo, salchichón y patatas fritas que los enanos se comen con la pasión con la que el monstruo de trapo azul convertía sus galletas en migas. Lo que descubro es que el mejor acompañamiento de un vino es una buena historia, razón por la cual uno no debería beber solo salvo que oiga voces en su interior.

-Calla, no te delates.
-Digo que eres la inspiración y no pasa nada.
-¡Ah, pues dale!

Salvo que sea la inspiración, claro, que sólo puede llamarse así mientras a uno no le dé por lanzarse a convertir el Quijote en trilogía. La guía nos cuenta que de un roble americano salen dos barricas, mientras que del francés sólo una. Que en el extranjero se valora más la cosecha que su tiempo de maduración. Que a los premios se presentan las bodegas jóvenes porque las consolidadas no quieren arriesgarse a que una mala puntuación les aleje a los clientes. Que más cantidad de uva por vid no supone más calidad del vino y, finalmente, que la del 2009 ha sido una buena cosecha.

Todo esto último lo voy anotando mentalmente para contárselo a María, que se ha tenido que llevar a los enanos abajo a jugar con las ocas que tienen en un estanque. Cuando termina la visita compramos dos cajas de vino que cargamos en el coche. Nada más arrancar el coche, le empiezo a hacer un resumen a María de lo que se ha perdido.

-¿Y has preguntado por qué se llama así el vino?

Me hace la pregunta con esa resignación del que se va a quedar sin saber nada, pero esta vez sé la respuesta. Le hablo de don Miguel, un médico aficionado a estudiar el vino, y de su hijo, que tuvo que esperar a la jubilación para seguir el sueño de su padre y montar una bodega. Los hay que llegado el momento de la jubilación se compran una bolsa de pipas para comérselas en su jardín mientras ven creer la hierba y los que se meten en un Master, seducen a un enólogo para que comparta su proyecto y levantan una bodega.

-Tengo ganas de jubilarme para empezar a hacer cosas así – le digo a María.
-¿Te has bebido mi copa?

El neocortex, amordazado, intenta añadir algo sin mucho éxito

-No la iba a dejar ahí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchísimas gracias por tu divertida y fenomenal crónica de vuestra visita a nuestra bodega. Se la enseñaré a la persona que os atendió; seguro que le va ha hacer ilusión. Para el próximo año 2010 tenemos programadas un montón de juergas diversas (fiesta de la matanza, ollas y fogones Quijote, fabricación de quesos, vendimia tradicional -carro de caballos y vestimentas de antaño incluido-) para darle alegría la cuerpo y contribuir a ese cambio de modelo económico del que tanto se habla. Espero veros de nuevo por aquí y que disfrutéis de vuestras botellas de Comenge estas navidades. Un saludo del enólogo seducido...
Rafael (www.comenge.com)

Sisú dijo...

Muchas gracias por tu comentario, Rafael. Vuestro vino se ha convertido en la referencia de estas Navidades. Felicidades por vuestro trabajo. Espero que podamos encontrar un hueco para volver por ahí y ver, ya con luz, el resto de la bodeda. Saludos de un aficionado al vino agradecido.