jueves, 3 de marzo de 2011

Menú del día : 10 euros

El menú del restaurante donde comemos sigue a diez euros. No sé por cuánto tiempo. En la gasolinera que está cerca, el precio del diesel sube cada día. Ayer, estaba a 1,282. Hoy, a 1,302. Eso es un 1,6 % en un día, pero, como el euro tiene tantos céntimos detrás, los incrementos se disimulan, como la mierda debajo de la alfombra. El euro es una gran moneda si vendes y una mierda si compras.

Estábamos con el menú. Me sorprende y no me sorprende que siga con el mismo precio. Como tengo un poco de tiempo y seguís leyendo hasta aquí, me voy a detener en las dos cosas. Me sorprende porque los precios de los alimentos no dejan de subir. Como la Bolsa no convence (y se teme que empiece a crujir), los que tienen dinero de verdad se dedican a invertirlo en los alimentos para que ahí crezca, se reproduzca y tenga hijos altos y robustos como porteros de discoteca, en vez de las monedas que tu banco te deja caer en la mano cuando habla de intereses.

-¿Y el botón?
-También es parte del interés.

Así que sube el precio del café, de la leche, del azúcar, del maíz o del trigo. Una subida que puede deberse no sólo a movimientos meramente especulativos, sino también a problemas de la oferta o al aumento del precio del petróleo. O todos a la vez, lo que lo convierte en una macabra danza entre tres en la que te apetece de todo menos aplaudir y llevar el ritmo con los pies.

En resumen, que los alimentos suben. Por eso me sorprende seguir pagando diez euros por el menú, como hace un año.

Y no me sorprende cuando me fijo en el menú. Hoy, por ejemplo, acelgas y pollo al ajillo. Las acelgas venían solas, como si hubiera reñido con las patatas y las zanahorias. Daban ganas de escribir un poema sobre la soledad, el pueblo o tus padres en la posguerra. Algo noble y sencillo, cantando las virtudes de lo simple y puro acompañado por la guitarra de un cantautor comprometido. Como me faltaba inspiración y me sobrara hambre, me lo he comido todo antes de que llegara el cantautor.

Lo del pollo era distinto. Parecía que el cocinero le hubiera dado los mejores trozos a otro. Ahora sabía lo que sentía la cenicienta cuando la madrastra prefería a sus hermanastras. Al principio pensaba en mí, pero pronto le presté atención a ese pollo que era todo huesos, un pollo al que su madre miraría con pena :

-Tus hermanos lucirán sus sanos muslos en un anuncio del Kentucky Fried Chicken y tú no servirás ni para caldo
-Yo tengo otra vocación mamá. Mi vocación es ser modelo de pasarela.

Sí, el Kate Moss de los pollos. La vocación de ese pollo termina en mi plato, con cierto aire de derrota, como esos libros de pasta dura que se ofrecen a precio de saldo. Trato de sacar un poco de carne sin demasiado éxito.

La lección está clara pero la dejo escrita para aquellos que sólo lean los titulares de Mou en la prensa deportiva. Los precios no suben, pero la calidad baja. Es así de sencillo.

Baja la calidad del pollo, del aire que respiras, de los políticos que escuchas, de los comentarios de los tertulianos, de tus propias ideas (que antes, admítelo, tenían mucho más nivel), del futuro que imaginabas para tus hijos (esto sí que duele, tengo que reconocerlo), de tu tiempo de sueño y hasta la de tus amigos (que te reprocharán a ti lo mismo que tú les reprochas a ellos : el poco tiempo que hay para verse)

¿Y qué queda para animarse? Sencillo : er furbo y este blog, claro.

3 comentarios:

Javier Padron dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Javier Padron dijo...

!Muy bueno! Hoy la ironía te ha venido cortadura en lonchas finas, dignas de tu menú. :-)

Javier Padron dijo...

... cortadita. Dichoso diccionario!