domingo, 3 de mayo de 2009

Cena en Noemi : 49,11 euros.


María y yo estamos cenando en el restaurante Naomí, un japonés que está en la calle Ávila. La mujer mayor que nos toma nota nos advierte de que el atún que hemos pedido se sirve crudo y mezclado con huevo también crudo y espera a que repitamos sus palabras como si así se asegurara de que después de traerlo no nos vamos a echar atrás.


-Será por huevos - pienso.


Además del atún crudo pedimos berenjena y sashimi de atún y salmón. Cuando estoy tratando de poner orden en mis dedos para que manejen los palillos con la misma naturalidad que observo en las parejas jóvenes que ocupan las mesas del local, veo que entra una familia con dos hijos. La hija lleva una camiseta del Madrid y el hijo otra en la que se lee “Shit happens”. De repente viene a mi encuentro un pasado que creía ya muy lejano y aunque el atún y el salmón me dicen :


-Disfruta de la comida, aunque nosotros seamos el plato principal. Konbanwa. (Buenas noches)


El madridista que llevo dentro se impone y me escucho preguntándole a la chica cómo ha quedado finalmente el partido.


-2-6 - me dice, con la sonrisa del que ve cómo un meteorito cae encima de su casa y, poniendo un poco de distancia, trata de encontrarle la parte graciosa al asunto.


Efectivamente, “Shit happens”. Si María y yo estamos cenando en este restaurante a esta hora es gracias al quinto gol de Henry, que me animó, por primera vez en mi vida, a marcharme del Bernabéu antes de terminar un partido. Camino del coche pasamos por este japonés y la mujer que nos atendió, tal vez viendo en nuestra cara lo que acabábamos de experimentar mi mujer y yo, nos ofreció una mesa con la muy literaria condición de dejarla antes de las once, no sé si con el riesgo de convertirnos en salmón para el sashimi..


El caso es que el Barça se ha comido al Madrid como si éste fuera el blandito trozo de salmón sin espinas que me meto en la boca. Me imagino que los titulares de mañana sobre el partido serán más duros que unas gárgaras con chinchetas y por un momento desearía que esta tranquilidad de la cena, con su pescado, su flan de café y sus dos tés verdes no se terminara nunca.


Pero llegan las once y dos minutos antes de que termine el plazo estoy firmando el comprobante de pago y salimos a la calle. Escuchamos el sonido de varias ambulancias dirigiéndose al Bernabéu y me imagino que a más de algún socio sin capacidad de ironía se lo habrán tenido que llevar a casa en una de ellas.


Como la vida tiene esas coincidencias que a Paul Auster tanto le gustan y tanto dinero le deben dar, al zapear en casa veo que ponen “Astérix en los Juegos Olímpicos”, donde aparece Zidane en una pequeña escena. Me acerco a la pantalla como la niña de Poltergeist, pegando las manos a la televisión y susurrando en voz baja con la esperanza de que, en un día como hoy, el anhelado Zidane se manifieste y me ilumine.


-Vas a dejar de beber vino en la cena - me advierte mi mujer.
-Ya, pero es Zidane.


Cambia mi mujer de canal y vemos el episodio de Scrubs en el que una mujer, aquejada de una enfermedad, ve a todo el mundo cantando, como si viviera en un gran musical. ¡Ah, ojalá hubiera sido así esta tarde en el Bernabéu! Hasta lo más triste te anima el corazón si lo dices cantando. Yo habría compuesto para los jugadores un tema titulado “Hormonas enraizantes” (un producto que veo en la floristería cuando voy a comprarle a mi madre una orquídea para regalarle el domingo) porque lo que está claro es que a estos chicos de blanco les falta algo que les haga echar raíces en el escudo. Sé que es algo difícil cuando se tienen argentinos, holandeses y brasileños que deben ver su época en el Madrid con la frialdad del que hace escala en un vuelo camino de otro destino. Lo sé, lo sé, pero si Guardiola ha conseguido que el tronco seco de Henry florezca, lo mismo podemos hacer nosotros con unas buenas dosis de hormonas enraizantes. Un chupito antes de entrenar todos los días y seguro que estos chicos no nos habrían hecho sentir vergüenza ajena esta noche.


-Hormoras enraizantes para los futbolistas atacantes - tararero.
-¿Qué?
-Nada, nada - digo.


“Shit happens”. Sólo espero que el próximo año, al escuchar la alineación del esperado Madrid-Barça, en los marcadores del estadio del equipo de hoy sólo quede Casillas.


-Y Guti - susurra una voz con acento francés que sale de la televisión.